17/10/09

Evaporaciones del hastío (perdón, del estilo) 2 "Tarde de café"

Hoy salí a tomar un café, culpa de alguna idea que no terminó por concretarse; es decir, fui sólo con Kundera a beber selva negra y comer galleta de avena, que más que galleta era un platillo volador, con pasas como tripulantes del espacio exterior (pues así sabían).
El lugar que escogí es uno de mis preferidos: alejado del ruidoso centro, sillones cómodos, ambiente cordial (-¿Te molesto con un vaso de agua? -No es ninguna molestia), casi siempre sin gente y música agradable ("and all that jazz").
Hace meses que no iba al cafetín ya mencionado; la última vez había coincidido con una pareja que aún no lo era. Él hablaba más grave para parecer profundo y con mensaje, ella mordía la patilla de los lentes obscuros para atraer su mirada a los labios que había pintado solamente para el muchacho que tenía en frente. El hombre pretendía decir cosas que la derritieran; a mi, que escuchaba desde otra mesa me sonaba prefabricado. A ella le encantaba.
Sin embargo, ese día me fui antes de saber el desenlace, parecía tan sencillo que la besara, sólo debía inclinarse y ella habría correspondido.
Hoy que volví, por casualidades que escapan a mi infantil entendimiento, llegó, a la media hora de mi café, el mismo hombre con una mujer diferente. Esta vez ya eran una pareja hecha y derecha: él ya no necesitaba agravar su voz; ella no se moderaba más al comer pan.
Yo prefería leer a Kundera que escucharlos; pero era difícil no distraerse en dirección a su plática tan de café, tan pretenciosa. El sujeto pedía un té chai (bebida femenina según ella), la sujeta pedía un expreso (bebida masculina según él) y se contentaban con acariciarse el cabello. Muy mono de su parte.
Seguían con su verborrea cursilínea y por lo tanto yo podía regresar a la lectura. Él jugaba al sensible y comprensivo; ella le creía.
¿Cómo es que sé que jugaba? ¿Acaso no hay hombres sensibles de verdad? Sí que los hay, y es por eso que sé que el no lo era; detrás de esa faceta de poeta sensible de café, se escondía un macho: tan oculto para unos, tan visible para otros.
El sensible/macho bajó al baño. Yo me debatía entre advertir a la chica o no del peligro que corría con un hombre así. Sonó su celular, contestó (-Hola mi amor.....sí aquí con mis amigas...aburrida, preferiría estar contigo....vale, te veo mañana... besos, te extraño Samuel.)
Mientras yo tragaba saliva sorprendido regresó el cornudo/comprensivo/macho y resaltó una obviedad (-Ya regresé), ella se sonrió o mejor aún, sonriose y lo besó (-Te extrañé Juan).
Después de tal escena mejor regresé a Kundera ("En un poema los amantes se abrazan y se acoplan de tal modo que se llegan a convertir en un ser único, incapaz de andar ni de moverse, tranformándose lentamente en un mineral inmóvil que perdurará por siglos, sin someterse al tiempo") y dejé a la pareja en su mundo (-Oye mientras bajaba oí tu celular ¿quién te hablo? dime. -Oh, era sólo una amiga).

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